Sobre una tierra yerma y áspera algunos seres intentan comenzar una nueva vida con una pequeña casa asentada en una propiedad ganada con el sudor de la frente y arrebatada a otros por la fuerza. En Tejas tan sólo les rodea el silencio, los recuerdos y el temor al extraño. Bajo un permanente estado de vigilancia pasan los meses hasta que se produce el asalto, la matanza y el rapto de una menor. Los indios se vengan en gente inocente por el sufrimiento padecido por su pueblo.
La oveja apartada del rebaño familiar es el único que queda con vida para buscar a su sobrina Debbie (Natalie Wood) mientras jura venganza y cura sus heridas interiores. Ethan (John Wayne), soldado viejo confederado, perdedor de una guerra y con un espíritu agujereado por tantos años de trabajo, emprende la titánica búsqueda de lo único que queda de su estirpe, si todavía vive. A través de los años que pasan, su profundo e irracional odio hacia los indios se consolida y muestra a un ser brutal, despiadado y con una determinación total hasta el final. Su figura crepuscular no sólo persigue a Debbie, sino que se prepara para enfrentarse a sus fantasmas en caso de encontrarla. Prefiere matarla con sus manos antes que verla convertida en una india. Sus demonios interiores le ahogan y duda entre la vida y la muerte. A lomos de su caballo, en su mitológica carrera hacia ella, se convierte en un auténtico centauro del desierto, solamente rodeado por abismos.
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Ficha técnica y artística
Centauros del Desierto. EEUU, 1956,119 min
Dirección: John Ford
Intérpretes: John Wayne, Jeffrey Hunter, Natalie Wood
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Crónica de Atticus Finch
Pulsa en la pantalla para ver una escena de la película del maestro Ford
1 comentario:
Ya la he visto. Gran "vaquerada" (como diría mi abuelo). Rodada esas praderas épicas y esas rocas majestuosas (Monument Valley o Tsé Bii' Ndzisgaii «Valle de las Rocas» en navajo) que son una especie de rebeldía contra la árida llanura.
En este incomparable lugar somos testigos de una historia aparentemente sencilla pero llena de dobles sentidos. Las palabras, incluso las burlas esconden un sentir profundo. A veces valentía, a veces mezquindad, necesidad, ternura, odio... y todo tras diálogos aparentemente infantiles. La severa mirada de soldado, unos ojos que han visto la derrota pero que nunca la acatan, que nunca jamás la admitirán.
En el duro suelo de Tejas el hombre no se puede permitir el lujo de fallar un tiro, de acostarse tranquilamente, de confiar en sus semejantes. La aparente serenidad es una tensión constante. Un estado en el que la juventud se desgasta a un rítmo frenético y en el que todos son enemigos hasta que no se demuestre lo contrario. Los conceptos morales, el choque entre pueblos incompatibles y la dura realidad salpican incesantemente cada fotograma de esta película.
Hay algo que caracteriza a los colonos y que los eleva por encima de su humilde condición: su orgullo y una valentía irracional y testaruda ("Esta tierra se abonará con nuestros huesos"). Casi de forma natural la muerte esta siempre presente y el dolor por las pérdidas es seco, sereno. Un hijo se va, "esta la tierra lo ha matado". No hay aspavientos ni ostentosas pompas. Todo parece macabramente lógico.
Los centauros del desierto cabalgan siempre con una cuenta pendiente, con un sangriento objetivo y cada atardecer es el preludio de una nueva batalla. Ethan no se cansa, su vida es la búsqueda, la venganza, y nadie le va a impedir alcanzar su objetivo. Su conocimieno profundo de los comanches parece contradictorio pero es un rasgo muy característico de los grandes guerreros. Para vencer al adversario hay que conocerlo, pensar como él y por lo tanto tener la capacidad de adelantarse a sus movimientos. En un determinado momento de la película ya no sabemos si la meta de Ethan es recuperar a su nieta o enfrentarse con Cicatriz. Desconocemos la motivación real que esconde en su casi imperturbable corazón. Su premio, la soledad. Un maldito alivio, un final en el que de pronto te das cuenta que para el viejo veterano no existe una verdadera victoria, lo importante para él era el camino y no la cabellera de un comanche despiadado. Al menos al viejo Moses le queda la mecedora pero al duro confederado no le resta más que la compañía de sus fantasmas y los distantes ecos de las batallas.
Un saludo y por favor, para la gente que quiera comentar en este blog. Para que quede tan bonito como está NO PUBLICIDAD.
Un saludo amigo.
P.D: Rodri, eres la élite.
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