domingo, 20 de enero de 2013

El Bueno, el Feo y el Malo

Comentario de EL BUENO, EL FEO Y EL MALO


Hace cuarenta años llegó a España un joven actor norteamericano cuyo currículum consistía principalmente en algunos papeles en cintas de serie B y un serial televisivo sobre pistoleros del Oeste. El muchacho, llamado Clint Eastwood, había aceptado participar en el rodaje de una película cuanto menos singular: un western a filmar en el sur de España dirigido por un italiano. Estaba a punto de nacer "Por un Puñado de Dólares" (1964), de Sergio Leone, la obra que convertiría al llamado spaguetti western en cine con mayúsculas. Tras su gran éxito seguirían dos obras de mayor calibre, "La Muerte Tenía un Precio" (1965) y "El Bueno, el Feo y el Malo" (1966), completando así la archiconocida Trilogía del Dólar, un referente cultural para varias generaciones de espectadores. Las tres cintas de Leone llevaban deliberadamente hasta el extremo los estereotipos creados por el propio género años atrás y los envolvía en una atmósfera sucia, árida. A sus personajes se les ve el sudor y la mugre, se palpan sus cicatrices. Los primerísimos planos marca de la casa se funden con la gran música de Ennio Morricone y con el propio desierto de Tabernas, en Almería. Eastwood encarnará siempre al protagonista de cada largometraje, cada uno diferente pero igual: cara de granito, maestría con el revólver y siempre pegado a un poncho. Es el Hombre sin Nombre, un personaje que carece de nombre de pila y al que los demás se refieren como El Manco o Rubio según la película. Leone repetiría el mismo patrón en su posterior western rodado en EEUU, la colosal "Hasta que Llegó su Hora" (1968), donde Charles Bronson retomaba el papel sin nombre bajo el alias de Armónica. A finales de los 80, cuando Eastwood ya se consolidaba como el gran actor y director que es, su personaje de "El Jinete Pálido" recordaba al Hombre sin Nombre creado por Leone: tan solo era el Predicador, un fantasmal justiciero por encima del bien y del mal. Lejos había quedado el tiempo en que el realizador italiano afirmaba con cariño que Eastwood solo tenía dos registros como actor: con poncho y sin poncho.

"El Bueno, el Feo y el Malo" es probablemente uno de los títulos más descriptivos de toda la historia del cine. El bueno no es otro que el cazarrecompensas Rubio (Clint Eastwood), el feo un ladrón de bancos llamado Tuco (Eli Wallach) y el malo un siniestro pistolero que responde al alias de Sentencia (Lee Van Cleef). Estamos en plena Guerra de Secesión y los ecos de la contienda también se hacen presentes en los aislados territorios del Oeste. Rubio y Tuco, en apariencia cazador y presa, se han asociado temporalmente para timar a los sheriffs de multitud de pueblos de la región. Tras una discusión sobre el reparto de las ganancias Rubio abandona a Tuco en mitad de la nada y huye con todo el botín, pero éste consigue sobrevivir y jura vengarse. Tras dar con Rubio ambos se internan en el desierto y se encuentran con una caravana sudista. En ella, un soldado mortalmente herido les pide agua a cambio de revelarles el paradero de un tesoro de varios miles de dólares perteneciente al bando confederado. Antes de morir revela parte del secreto a cada uno: Tuco conocerá el cementerio donde está enterrado el botín pero es Rubio quien sabe en qué tumba hay que cavar. A pesar de que no se fían lo más mínimo el uno del otro, ambos deciden colaborar una vez más y repartirse el dinero. Para complicar su tarea se darán de bruces con la guerra y con un hombre llamado Sentencia que lleva tiempo buscando el botín de los sudistas.

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Ficha técnica y artística

El Bueno, el Feo y el Malo (Il Buono, il Brutto, il Cattivo). Italia, 1966, 161 min.

Dirección: Sergio Leone

Intérpretes: Clint Eastwood, Eli Wallach, Lee Van Cleef

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Crónica de El Maquinista

 
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domingo, 13 de enero de 2013

Barton Fink

Comentario de BARTON FINK 


A finales de los años 80, durante la escritura en Los Angeles del guión de "Muerte entre las Flores", los hermanos Coen tuvieron lo que se suele llamar un bloqueo creativo. No se trataba de escasez de ideas sino de la imposibilidad de cuadrar todas las líneas argumentales de la trama de forma coherente. Mientras intentaban derribar ese muro los borradores de las diferentes versiones se iban acumulando hasta que finalmente los Coen decidieron pedir tiempo muerto. Pararon de escribir, hicieron las maletas y volvieron a su Nueva York natal. Allí ambos acordaron escribir una historia diferente para otra futura cinta, y para ello se inspirarían en su propia experiencia: en tres semanas habían terminado el guión de "Barton Fink". Con la mente despejada tomaron el avión rumbo a California y allí acabaron "Muerte entre las Flores". Ambas películas se rodarían en años consecutivos (1990 y 91) resultando en dos de los más importantes trabajos de su filmografía, junto con obras mayores como "Fargo" (1996), "El Gran Lebowski" (1998) o "No es País para Viejos" (2007). Estos dos hermanos, guionistas, directores y productores de todos sus largometrajes, son sin duda uno de los mayores exponentes del cine independiente norteamericano y referencia cinematográfica básica de nuestros días. Sus personajes tan especiales, su humor negro y la cuidada puesta en escena son siempre marcas de la casa.

"Barton Fink" es el nombre del protagonista de la historia (John Turturro), un autor teatral que está triunfando en Broadway a comienzos de los años 40. A pesar de su firme compromiso con el mundo del teatro, Barton es convencido por su agente para que acepte una oferta de un estudio de Hollywood que quiere contratarlo como guionista. De esta manera hace las maletas y se muda a Los Angeles, donde acaba alojándose en un extraño hotel. A Barton le encargan la escritura de un guión para una película de lucha libre y al poco de comenzar sufre un bache creativo. Encerrado en su habitación los días van pasando y las páginas siguen en blanco, mientras la enrarecida atmósfera del hotel va doblegándole poco a poco. Barton tan solo encuentra consuelo en las charlas con su vecino de pasillo (John Goodman) y en la mujer de un guionista alcohólico que él antaño admiraba (Judy Davis). La crisis profesional chocará también con la personal cuando los acontecimientos se precipiten en un hotel a medio camino entre la realidad y el sueño.

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Ficha técnica y artística

Barton Fink. EEUU, 1991, 112 min.

Dirección: Joel Coen & Ethan Coen 

Intérpretes: John Turturro, John Goodman, Judy Davis

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 Crónica de El Maquinista

 
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domingo, 6 de enero de 2013

King Kong

Comentario de KING KONG














Para comenzar con buen pie el presente año del 12+1 vamos a dedicar la entrada de hoy a uno de los mitos cinematográficos por excelencia, el gorila gigante King Kong. Bien es cierto que el primate en cuestión ha tenido varios remakes, como el de 1976 protagonizado por Jessica Lange y un melenudo Jeff Bridges o la reciente versión de Peter Jackson en 2005. Sin embargo en el tema de los remakes nuestra filosofía es que si la película original era buena lo mejor es dejarla en paz. Así pues nos quedamos con el King Kong de 1933, tanto por su incuestionable papel en el imaginario colectivo de los espectadores como por el encanto artesanal que transmite. Viéndola hoy aún asombra el altísimo nivel que consiguió en el campo de los efectos especiales con maquetas, superposiciones de planos y sobre todo con la técnica de animación stop motion, con la que se mueven Kong y todas las bestias de su isla. La cinta es un prodigio técnico teniendo en cuenta lo laborioso de la animación fotograma a fotograma y las dificultades para ensamblar de forma coherente la parte real (los actores) con las creaciones visuales. Por ello King Kong es una gran película en la que los efectos especiales están al servicio de una historia y no a la inversa, como lamentablemente suele ocurrir hoy en día. Aunque su trasfondo dramático no está muy desarrollado en el guión, la cinta es también un claro ejemplo de la atracción que a veces ocurre entre la bella y la bestia.

King Kong es en realidad la crónica de un rodaje que no puede llevarse a cabo por causas de fuerza mayor, nunca mejor dicho. El ambicioso productor de cine Carl Denham (Robert Armstrong) busca a una joven actriz para protagonizar su próxima película de aventuras, una cinta que está convencido que le catapultará a la gloria absoluta. Tras fichar a la bella Ann Darrrow (Fay Wray) el productor recluta a una tripulación y parte con todo el equipo a bordo de un barco rumbo a  los mares del Sur. El destino es la Isla Calavera, un lugar que no figura en las cartas de navegación pero cuya posición Denham ha obtenido a través de un marinero que le vendió el secreto. Según numerosas leyendas esta isla está habitada por criaturas antediluvianas, las cuales Denham quiere incluir en su cinta para asombrar al mundo. Al llegar a la isla la tripulación descubre que una parte del lugar está habitado por una tribu salvaje que rinde culto al dios Kong. Su poblado está rodeado por una gran muralla de madera que los protege de las bestias del interior. Cuando los salvajes descubren al equipo de rodaje deciden secuestrar a Ann para entregarla a Kong como sacrificio, seguramente pensando que al ser una mujer exótica (rubia y de piel blanca) el dios Kong se sentirá agradecido. Cuando el gorila gigante aparece resulta que le coge cariño a la muchacha y en vez de zampársela se la lleva a su guarida para cuidar de ella. La chica no está muy por la labor pero solo puede esperar que sus compañeros vayan a rescatarla de la temible bestia. Peligros de la profesión, ya se sabe. 

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Ficha técnica y artística

King Kong. EEUU, 1933, 100 min.

Dirección: Merian C. Cooper & Ernest B. Schoedsack

Intérpretes: Fay Wray, Robert Armstrong, Bruce Cabot

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Crónica de Atticus Finch



















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